Hablar de los padres no sería posible sin mencionar al mejor papá del mundo, el mío.
En nuestros países latinoamericanos, generalmente el papá es un señor que llega de trabajar en la noche. Si hicimos alguna travesura, seguramente le será reportada y habrá que ver qué castigo nos pone. Es alguien que nos pregunta de nuestras notas escolares, y quien muy frecuentemente delega su papel de educador a nuestra santa madre.
En mi caso, me pasó exactamente lo contrario. Tuve (tuvimos mi hermana y yo) al padre más extraño que se puedan imaginar. Era un hombre bajito, vestido a la usanza de principios de siglo -del XX, claro- sumamente inteligente y culto rayando en lo genial. Hablaba nueve ( ojo, yo pondría cinco, enúmeralos y verás) idiomas que nunca estudió formalmente, pero sobre todo era extraordinariamente cariñoso, jamás me dio ni una nalgada. Créanme que me merecí varias. Su mayor amenaza era: "Por favor, gatitos, no lleguen tarde porque me preocupo", y nos importaba mucho que no se preocupara. Nos quedamos con él muy chicas, como ya les he contado antes, y curiosamente ambas, mi hermana y yo, siempre creímos que éramos su preferida. Jamás nos tuvimos celos.
Yo creo que por eso precisamente nunca hemos tenido en nuestras vidas un hombre violento. Entendimos que con amor todo se puede, y por las malas jamás.
Por desgracia, cuando un hombre te corteja, tiene mil detalles en tanto te conquista; una vez lograda la famosa conquista, suelta el cuerpo y se van acabando los detalles. Cuando el modelo de hombre con el que viviste en tu infancia siempre tuvo una palabra cariñosa, un abrazo y un chocolate, es muy dificil comprender que haya galanes que olviden el trato y el cariño diario. Así pues, mi padre nos dejó la vara muy alta, y realmente es dificil encontrar esa empatía y ese amor constante.
Por desgracia murió muy joven, a los 51 años. Cada día de mi vida lo extraño y deseo, padres, y padres en potencia, que sepan crear esa cercanía, ese amor incondicional que hará que sus hijos sean mejores seres humanos y que no se pierdan esa gran oportunidad de disfrutar su paternidad con todo el corazón. Las madres somos vitales para nuestros hijos, pero por buenas madres que seamos, jamás podremos ser buenos padres.
Yo, hoy por hoy, sé que soy la "niña de mi papá" y es de las mejores cosas que me han sucedido en la vida.