CREATIVE MIND

Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena. -Ingmar Bergman

MÉXICO DE MIS AMORES

Hace ya algunos ayeres, cuando yo era una adolescente superficial, muy superficial, recuerdo que lo que estaba de moda era escuchar música en inglés, aunque al cantarla termináramos guasha guashando (dizque cantando en inglés aunque no entendiéramos ni jota). Incluso me recuerdo oyendo en el radio algunas cosas en español, y al llegar a algún lugar donde pudiera ser criticada por ello, cambiarle a algo en inglés, para estar a tono con lo que se esperaba de mí.

Cuando cumplí 15 años tuve la oportunidad de vivir un año en Praga, Checoslovaquia, y conocer otras costumbres, vivir con un idioma realmente difícil, del que sólo aprendí lo necesario para pedir en un restaurante, en el súper o viajar en metro. La ciudad de Praga es preciosa, su río Moldava, su cultura musical, la ciudad vieja, sus museos, recuerdo ese puente de Carlos y su reloj, tan bello y famoso (dicen que el rey que lo mandó a hacer dejó ciego al relojero para que no lo pudiera reproducir jamás).

Fue un año muy interesante donde incluso acompañé de gira a mi tío, el gran violinista mexicano Hermilo Novelo y a mi tía, la escritora Marcela del Río, que en aquel entonces era agregada cultural de nuestro país. De hecho mi tío abuelo Bernardo Reyes era el embajador. Así que los días de fiesta, cinco de mayo y 15 de septiembre, se hacían sendos eventos donde los compatriotas mexicanos acudíamos a comer nuestra extraordinaria comida mexicana. Comer frijoles, tortillas, mole etc... Era todo un suceso. Yo, además de haber subido como 10 kilos por la comida local, plagada de papas, arroz, cerdo, quesos y carnes frías, por más que hacía ejercicio (me iba en bicicleta con todo y nieve a dar la vuelta a la colina que nos quedaba cerca de la casa) no lograba bajar esos kilos y me angustiaba el regreso, pues había dejado a mi entonces noviecito, con la promesa de ´regreso en un año´ y no quería sorprenderlo con mi nueva figura. Así las cosas me dediqué a cuanta locura pasó por mi mente, desde vivir de espinacas congeladas hasta hacer tres días sólo de agua (un kilo por día) y al volver a comer cualquier cosa, subirlos de inmediato. Así las cosas volví solo con 4 kilos extras. Entré por la puerta de mi casa, y lo primero que vi, fue un jitomate que estaba en la ventana de la cocina. Después de un año de no comer ninguna verdura o fruta fresca, lo comí a mordidas como si hubiera sido una manzana. Y desde ese momento comencé a comer de manera normal, nuestra deliciosa comida. En Praga soñaba con huevos rancheros, albóndigas y chiles rellenos. Incluso Bruno ? mi noviecito- me envió por correo semillas de chile y después de mucho esperar salieron chiles dulces, sí, dulces. Sobra decir que ni salsa Tabasco había en Praga, que era un país socialista.

Por supuesto me deshinché y volví a mi peso sin darme cuenta cómo. En el mismo edificio de Avenida Insurgentes, dónde mi padre y mi hermana Adriana se habían mudado a mi regreso, teníamos unos vecinos que todos los sábados ponían un mismo disco cantado por la gran Lola Beltrán, donde se escuchaba aquello de: "Ya agarraste por tu cuenta las parrandas, Paloma negra, paloma negra dónde andarás". Me di cuenta de la belleza inmensa de nuestra música ranchera, y me convertí en su fiel seguidora. Más adelante viviría de ella por varios años y por supuesto las primeras canciones que canté, fueron aquellas del disco sabatino de rancheras que se metieron en mi corazón. Recuperé mi figura con nuestra deliciosa y poco dietética, pero muy fresca, comida mexicana. Vi con otros ojos nuestras artesanías nuestros museos, nuestro carácter alegre y cálido. Jamás volví a guasha guashar canciones en inglés. Descubrí que con todos los inconvenientes que pueda tener nuestro país, que por cierto todos los países tienen sus bemoles. Es un país simplemente maravilloso, lleno de arte, colorido, grandes pintores, compositores, museos divinos, mares montañas etc. Y esa comida de fiesta, porque para mí unos tacos al pastor, un mole poblano, u oaxaqueño, unos chiles en nogada o lo que se nos ocurra es sinónimo de fiesta. ¡Viva México!